martes, 23 de diciembre de 2014

Capítulo 25 “Adiós parte I”



Anochece… me dirijo a buscar mi pasado en medio de torbellinos, pendientes y médanos de recuerdos. Nadie me acompaña y empiezo a despedirme sin remedio y buscando apoyarme en algún domingo lleno de Leonard Cohen o de Juan Ravioli.
Fue todo como suele ser todo, perecedero, voraz y tímido, los pasados sirven para pasar y dejar improntas imborrables, solemnes, difusas, colmadas de melancolía citadina y color olvido en todos los paisajes. Voy a tener que acomodarme de ahora en más, lo novedoso es un desafío siempre y estoy dispuesto a conocerlo y degustarlo… no te estoy invitando a saltar al vacío, porque no es un lugar donde quepamos los dos y tu lugar es fijo y tiene aroma a sepia.
Voy de dejarte una carta en tu vientre, porque es momento de ir en busca del amor… no somos cobardes para asumirlo y la razón de la existencia es la búsqueda incesante de ese momento donde el cuerpo desfallece a carcajadas, como cuando el otoño abrigaba con su viento amarillento, crepitante, ascendente como las almas de los que dejaron de estar, fulgurante como esa luz que viene de vos y enmudece mi voz, con una daga que estalla en un beso ansioso.
Voy a querer desaparecer por un tiempo, un tiempo que vale un millón de años luz o una vida atravesada por el hastío, el temor y los fantasmas.
No soy uno más porque valgo un mundo que espera, que respira y acorteja al horizonte con gestos, señales y enmiendas en el centro de su latido… tan sólo significo lo que quieras que signifique para vos, ni más ni menos, exacto, preciso y conciso, latente, finito y humano, opaco, lejano y vacío como ese lugar que quiero evitar que conozcas.
Se doblan mis manos, mis rodillas y empiezo a suplicar, a mendigar, a sentir, una escala numérica heptagesimal, donde un segundo equivale a siete días, un mes a siete años y un siglo a siete milenios… Capturo la imagen quirúrgica de tu pecho rebalsando de nostalgia y te ofrezco una esfera invisible que no tomás, porque sos una esfera más en el desfile de galaxias donde hago de sol y abrigo tu desnudez por las noches, escondido, disimulando, aconteciendo.
Intento dormir por las noches, aunque hayas olvidado mi nombre en alguna esquina ocasional y eso deshaga en átomos mi humanidad inconclusa, tan inconclusa como este momento que así va a quedarse, inmóvil, apenado, en penitencia eterna, por no haber sido valiente para nacer de tus manos candentes.
El porvenir quedará sellado y desorientado en la desértica fotografía de una ciudad que viste cuerpo de mujer y voz de arrabal, donde descansan los secretos que nunca vamos a decirnos, porque mejor es callarse cuando el silencio es una implosión que hiere con mortal intención.
Vas a seguir sonriendo, el espejo vas a seguir siendo vos, porque no hay otro reflejo que pueda convivir frente a él…
Voy a verte bailar desnuda, voy a escribirte mudos versos, voy a ir adonde no voy hoy, porque viajar no es huir y buscar el destino es el destino de un temerario.
Te tengo que decir adiós porque una mujer espera por mí, te maldigo con los dientes apretados y el rencor pariendo puntos cardinales donde esconderme, apenas la primera letra de tu nombre y un trago de bendito aire para que no me traicione la congoja.
Buenos Aires sos presente y futuro, pero vas a ser pasado y el abandono, la lontananza y el valor de afrontar la soledad, voy a ir a buscar el amor y no voy a seguir esperándote toda la vida a que me dejes encontrarlo.
Y una vez más, en nombre del amor… en nombre de este amor… en nombre tuyo y a tu lado.

lunes, 24 de noviembre de 2014

Capítulo 24 “Siempre parte II”



No hay recetas ni medicinas cuando nos enamoramos, la fascinación se enciende como esta soleada mañana, mientras la soledad es silenciosa y se altera por el ruido de autos, camiones y caminantes que desandan el día por inercia.
El verano asoma y hemos pasado mitad de un otoño y un invierno lleno de momentos, tardes y noches, amaneceres y mediodías, días enteros, ratos efímeros, hasta convertirnos en una génesis inigualable… lo inmortal es el recuerdo constante, la diáspora invisible, el instante trillado, un puñado de irrepetibles fotografías que nos reviven al cerrar los ojos.
Fueron decenas de años soportando la calle fría, la cama adornada con silencios y el vacío lleno de anhelos. Un simple devenir, una latente maravilla a punto de despertar y el sinónimo de comprender que nada está a salvo, salvo el amor realizado.
Novedad y asombro, simpleza y acaecer detrás de un gen que implora la concreción del reencuentro, silbando melodías que se permiten salir a la luz, en medio de un torbellino latente, como late todo lo que está colmado de vida al fin y al cabo.
Por Dios que no miento… no te vayas luz, no me dejes a la intemperie ni al calor de la sal que deja en carne viva la huella de mi rastro.
Sentí, vibrá, llorá conmigo aunque nos duela fuerte, aunque nos parta el alma…
La espalda se sostiene debajo de una galería de laberintos que resuenan, que cautivan, que murmuran lejanías sin nombre. Habitamos un cuerpo y ahora habitamos otro cuerpo, otro lugar, un mundo lindo en este mundo oscuro y atroz.
Voy a pedirte perdón…
Perdón por no ser como, tal vez, podría ser si me animase a enamorarme de los miedos que nos atraviesan, perdón por no iluminar tus noches siempre, cuando empiezo a mezquinar el fuego que me arde en el pecho al pronunciar el nombre Camila una y mil veces, perdón por no escribirte el verso preciso, perdón por no llegar a tiempo, cuando más me necesitabas, perdón por inmadurar cuando el tiempo dice que debo hacer todo lo contrario, perdón por callar cuando el silencio empieza a molestarte, perdón por negarte que la coraza dejó de existir cuando me mostrás que estoy vulnerable, perdón por no hacerte el amor bajo la luz de la luna, perdón por deshacerme cuando te veo venir, impidiendo que me veas deshacerme, perdón por jugar a ser un niño cuando más hombre necesitás que sea, perdón por ocultar mis celos, perdón por no llenarte la cajita de bombones siempre, perdón por quedarme dormido cuando hay que amanecer, perdón por aferrarme a tu cuerpo con locura cuando necesitás volar, perdón por no demandarte, perdón por no perderte para volverte a encontrar, perdón por estar triste cuando la felicidad debería ser un motivo para no estarlo, perdón por extrañar a mi madre cuando fue ella quien te puso en mi vida para dejar de extrañarla, perdón por negarme a aprender de vos mil cosas que estoy aprendiendo, aunque a veces, mi obstinación y mi orgullo, me llevan a negarlo de todos modos.
Perdón por abrir los ojos y extrañar soñar con vos, perdón por no aceptar que puedo equivocarme, perdón por no invitarte a escuchar música, perdón por no llevarte a mis lugares que son muchos, perdón por mis temores, perdón por mis humores, perdón por mis recuerdos, perdón por no plantar un árbol de cerezas en tu pecho, perdón por no dibujar paisajes en tu pared cuando tenés miedo por las noches, perdón por darte diecinueve mil novecientos noventa y nueve besos y no animarme a darte el veinte mil, perdón por decirte apenas que sos hermosa, sin encontrar un adjetivo que me permita decirte que sos mucho más que eso, perdón por descuidarte, por hacerte sufrir innecesariamente, por tanto que no me alcanzarían los perdones.
Perdón por haberme enamorado tanto de vos, perdón por haberte besado la boca, cuando lo que quería era besarte la vida, perdón por agarrarte la mano y no echarle perfume a violetas, a jazmines o a estrellas.
Perdón por ser mortal y estar muriéndome de amor por vos todo el tiempo… soy todo perdones.
Y si soy todo esto y te pido perdón… quiero que sepas que toda esta consecución de perdones es un solo perdón.
En nombre del amor que es todo porque sos vos… te pido perdón.

miércoles, 22 de octubre de 2014

Capítulo 23 "La tristeza"

Esto surge de acá, ahora, mientras dormís y yo te veo viajando, lejana, hacia un nuevo abrazo que se decida a brindarte lo que yo no supe.
Son las 3:27 am y el reloj empieza a marcharse al son de un verano que se fagocita a esta primavera del desencuentro y el reencuentro con lo que nos vaya a hacer mejor... parece una cruel despedida, tal vez un impasse o un deterioro interno que nos obliga a decirnos que no es el momento. 
Las palabras fueron bonitas hasta que el corazón dijo que era el momento de regresar a la búsqueda, incesante, de un nuevo tiempo para el amor. 
Te dediqué mis mejores suspiros, todos mis latidos y la mayoría de los besos que siempre esperé darte... algunos quedarán cubiertos de humus, de olvido o de polvo estelar, en algún arcón imaginario de recuerdos, mientras me toque sentir la daga del destino clavada en el pecho.
La coraza ya no me cubre el pecho, la fragilidad se apodera de todo y el devenir es una acto que vulnera mi defensa.
Ya no querré mecerme en tu cuerpo por la noche y el rencor se reflejará en mis uñas comidas por la desazón, el desconcierto y el herrumbre que empieza a cubrir mis sueños frustrados.
Tal vez mi madre quiso decirme otra cosa o poner a prueba mis sentimientos... amarte en primera persona fue un cometa intenso, que se deshizo en un santiamén.
Voy a perderme en la inmensidad y la multitud de los astros que adornan el instante en queA  la tristeza empieza a besarme la boca, después de haberme despedido de tu cuerpo con la sinceridad que entré en su morada.
Los finales son ficticios, artificialmente continuos, deshabitados de cuerpos que se dijeron mucho, pero que no lograron bailar un tango en la profundidad noctámbula de una Buenos Aires muriente.
Voy a dejar una flor, una carta y un beso debajo de tu almohada, voy a permanecer en silencio hasta que el cadalso me encuentre contrayendo matrimonio con la muerte que significa estar lejos tuyo.
Alguna vez hubo un parque blanquecino, lleno de colores para pintar historias... se agotaron los momentos y se desperezaron las rachas desfavorables, el viento nos condujo en direcciones opuestas y el temor de decirnos adiós dijo presente.
Me marcho amándote con la misma profundidad que el mar acobija al mundo, te canto canciones al oído mientras te miro con atención y boceto un último paisaje de tu piel llena de mi huella, donde muere toda mi ternura, todas mis palabras y todas las historias que ya no querré escribir.
La mañana nos verá desapareciendo en el horizonte y la cama se volverá un desierto donde derramaré mis últimas plegarias, pidiéndole a Dios que cuide de vos, para mantenerme con vida.
La luz se apaga y mi amor se recuesta en el aire esperando fenecer... el anillo de una Rosa que me contempla, llorando, desde el cielo, brilla al compás de tus ojos cerrados.
Lo dejo en tus manos porque ha de permanecer ahí, callado, fundido y enfermo de amor por vos.
A veces, los amores sufren la intensidad y la persecución del tiempo... el reloj marca las 3:50 am y mis párpados están decorados con tu última sonrisa.
Ha muerto hoy todo mi amor y ya no querré volver a hacerte daño... 
La felicidad vive en vos, hoy que viva más que nunca.

viernes, 17 de octubre de 2014

Capítulo 22 “Amor cuatrimestral”



Hay miles de caminos que conducen a la felicidad, los hay sinuosos, los hay rectos, los hay duros, calmos, silenciosos, grises… hay miles de caminos.
Supe, alguna vez, transitar alguno de ellos, supe otras veces, perderme y no ubicarlos, pero lo importante, siempre fue caminar para encontrar algún camino que me condujera hasta vos… hoy puedo afirmar que estoy acá y reírme, a carcajadas, por encontrarme así, en este lugar.
Y, a veces, es preguntarme, con entusiasmo, si puede ser real, si puede durar eternamente o si, simplemente, es necesario un intenso pellizco, para comprender que existe.
Los amores nos conmueven y estar conmovido es un estado ideal, donde vos y yo jugamos a volvernos vulnerables ante lo que es hermoso y se refleja en el agua húmeda de unos ojos que me indican un rumbo lleno de precisiones.
Cada vez que respiro, cada vez que imploro, cada vez que mi aire se corta y recurro a vos, surge el efecto de extrañarte con la misma sinceridad que extraño al tiempo en que te imaginaba, desnuda, nadando en la profundidad de mi respiración.
Todo el tiempo es una figura que emerge de mis sueños, de los tuyos, de esa delgada línea que nos permite caminar juntos sobre ella, sin advertir que estamos amando y amándonos sin advertir que esa línea existe y que no condiciona, para nada, nuestro reencuentro cotidiano, cuando el sol se despereza y la luna se mece en colchones blancos para dormitarse.
Yo sé que quedan mil capítulos para contarte y que la urgencia a veces, habla más rápido que el lenguaje mismo…
Alguna vez quise la compañía y el calor de tu piel compañera, abrazando mi cansancio mundano.
Parecía definitiva mi infantil decisión de cerrar las puertas, aunque siempre Dios ilumine o tenga intenciones de dejarnos amar.
Y te encontré… te encontré flotante, en medio de una atmósfera peronista, caminando entre puñados, sueltos, de militantes, de mujeres, a vos… compañera, mujer y amor… chinita, petisa y Quemera.
Entonces todo empezó a hacerse posible, desde vivir y sentir hasta llorar y escribirte. Nada parecía certero hasta entonces, aunque los latidos cambiaban el ritmo, cantando alegremente, villancicos de diciembre en otoño.
Y eso de sentir el amor por la Patria, se tradujo en amor hacia el lugar donde nos vimos y, a la vez, sin darme cuenta, en amor hacia vos, que sos el motivo urgente, de estas líneas sin sentido.
Nos dijimos mucho, apenas la voz, la mirada y el destino… Nos encontramos, coincidimos alguna vez, nos perdimos, nos reencontramos, mucho dijimos, poco hablamos. Unas veces mucho, otras poquito, otras nada… ya éramos, ya caminábamos, ya sentíamos.
Y pasó un mes, otro mes y otro mes… muchas horas, miles de minutos y millones de segundos.
Aprendimos a recrearnos, a conocernos, a pedirle a Dios que todo siguiera su curso, sin penas, sin nubes en el cielo, resplandecientes, vitales, etéreos, un vaivén entre cometas, un sublime misterio, una noche de amor, una montaña en silencio, un cartel en la ventana, un mate al nacer el día, un color en la oscuridad, un ramillete de segundos en alguna esquina, un grito perdido en el espacio, una gota de agua en el tiempo, un rayo de sol de domingo, un picnic cargado de apuntes, una cena elegante en tu mesa, un trago de alcohol lluvioso, un cigarro relajado desnudos, un beso ruidoso bajo el frío invernal, un baño de estrellas sobre nuestros cuerpos, una carta, un mensaje, una canción… un álbum de fotos imaginario.
Dicen los nostálgicos, que los días más felices siempre fueron peronistas… le agrego mis días con vos, los que titulan este amor peronista, que hoy se hizo cuatrimestral.

jueves, 9 de octubre de 2014

Capítulo 21 “Transitar”







Estuvimos pensándonos tanto tiempo, que nos olvidamos de pensar en nosotros mismos, todo aconteció con calma, con la calma simple de un remanso inundado de ternura, de espacio, de horizonte… sonaban las canciones más lindas, se sucedían los momentos más dulces, se transitaba un rumbo cierto, preciso, profundo.
Ya no importan los motivos, ni las consecuencias, es el momento de reencontrarse, de que el tango hable por nosotros… hay un mundo en juego y el tiempo empieza a exigir más tiempo.
Y dejarás una huella significativa en mí, un tatuaje en mi pecho que suspira y repite el suspiro con la misma naturalidad que le pido a Dios, en mis plegarias nocturnas, que te cuide y me llene los brazos de amor para contenerte.
No podré quizás, de ahora en más verte venir, verte reír o verte simplemente… y son los recuerdos, verdugos del presente y testimonio del porvenir cercano.
En la calle, millones de mortales salen a morir un tiempo más y yo acá, muero de amor por vos, sabiendo que quedarán mil cosas por hacer.
Yo solo quiero amar, yo solo quiero arder junto a vos, yo solo quiero un segundo más…
Pero no voy a pedirte que lo sientas así, apenas tengo un hilo en el pecho para respirar, no puedo decir nada más que lo que mi respiración susurra con mustio tono descendente.
Es momento de transitar, de decirnos la verdad verdadera, que duela como duele el domingo a la noche, que sangre como las venas cuando el torrente sanguíneo se altera, que muera como la vida cuando no queda más que encontrarse con los de arriba.
Llorar es un verbo mágico, sentir es llorar por vos, de emoción, de tristeza, de rutina, de todo lo que nos conectó con asombro y se diluyó cuando la fuerza se debilitó y nos encontró perdidos, en un pantano repleto de historias de ficción, vestidas de anacronismos fulgorosos.
Los daños son relatos zonzos que escapan con lentitud y evocan a la quietud de las calles que remiten a la soledad más espesa…
Encuentro a la liebre que asusta al león que vive en el mar y que no te alcanza. Te busco una roca con forma de buey con siete coronas y no te alcanza. Parto una montaña para abrirla en cien, hago eco tu nombre ¿y qué? No te alcanza. Acelero el tiempo, hago pan mi voz, te perfumo el viento y no te alcanza.
No alcanza la liebre, ni el león, ni el mar. No alcanzará el tiempo, ni el viento, ni el pan. No alcanzará nada mientras te quieras ahogar en esos mil mares que te hacen rodar.
No te llega, no te llegará.
No te llega, no te llegará.
No te llega… no te alcanza.
Te cazo una flor, le cambio el color, le enseño tu nombre ¿y qué? No te alcanza.
 Me dejo morir cuando vos querés, te enjuago en mi boca y no te alcanza. Me voy de mi cuerpo, te dejo mi voz, yo te hago feliz ¿y qué? No te alcanza.
Encierro a aquel ángel que no habla de Dios, lo pongo en tu ropa y no te alcanza.
No alcanza tu nombre, mi boca, mi voz. No alcanzará el cuerpo, ni el ángel, ni Dios. No alcanzará nada mientras te quieras ahogar en esos mil mares que te hacen rodar.
No te llega, no te llegará. No te llega, no te llegará. No te llega… no te alcanza.
Y una canción puede decir mil cosas, puede no ser si vos estás lejos, puede no surgir si la voz se queda callada y mil cosas más…
Hay una herida que se conmueve y llora, baña de colores mi rostro y se acuerda de las noches en que nos decíamos la verdad que hoy el temor se llevó cautiva.
Hasta que la verdad vuelva y nos diga que el amor es nuestro abrigo, seguiré esperando a que resucite, a que me mires y me dibujes, nuevamente, una sonrisa infinita, inmensa, colosal.
Mientras te dibujo y exploro los colores que tu piel dejó en mi cuerpo, pasó una tarde pensando en aquel día en que mi mirada se murió en vos.

martes, 23 de septiembre de 2014

Capítulo 20 "Definiciones parciales"




No nos acercamos nunca a esto, parece lejano, sempiterno, voraz y hasta nos provoca miedo, incertidumbre, zozobra.
No hay fundamentos ni recetas mágicas, tampoco lugares ni libros escritos, apenas un puñado de nosotros y las realizaciones concisas, de todo lo que deviene de lo onírico.
Es fugaz el arrepentimiento, es vibrante el instante del beso, es determinante el lenguaje y, sin entenderlo, acá estamos, vestidos para la ocasión, afrontando los desafíos, navegando la tormenta, caminando las calles.
Yo sé que es difícil para vos, entiendo la vida de ese modo, un ramo de flores o un gesto de cariño no hacen al tiempo ni al logro de un objetivo, la felicidad es un verdugo que se incrementa cuando los miedos vienen de noche y se recuestan en nuestra almohada, pero también existe el marco temporal que sopla como viento a favor y maquilla el escenario de historias mínimas, de sonrisas y cosquillas, de abrazos y siestas, de meriendas y cenas… un trimestre colmado de existencia y virtudes, donde nunca aflojamos y siempre priorizamos mirarnos a los ojos.
Una chica como vos y un soñador como yo, un pedazo de ternura como vos y un sujeto como yo, dos momentos en el mundo como nosotros y una hoja en blanco donde escribimos…
Fácil? nadie afirmó que lo fuese, ni siquiera para Dios puede ser sencillo, el hecho de unir, eternamente, a dos almas. Cuando la cobardía fluye, surge el miedo y eso se representa en Dios y en no creer en su voluntad de amar y nuestra voluntad de amarnos.
Yo le daría mi vida entera al sol, al mar, al viento para estar un segundo más en vos…
O tal vez un suspiro al árbol, al destino o suplicarle al anhelo que se concrete… el amor es profundo e imprevisto, colorido y lluvioso, vertical y sabio, testimonial y corpóreo, espiritual y místico. Son un par de vocales y un par de consonantes que funden a dos mortales y los vuelven inmortales.
Alguna vez todo se vuelve innato y resalta la virtud del ciclo que empieza a cumplirse, todos los días son todas las mañanas, las tardes y algunas noches en que me dedico a elegir morir, para que puedas darme la bendición del renacimiento.
No soy todo el tiempo lo ideal, puedo inmolarme, atravesarme, enojarme por no ser todo y ser apenas un poco… lo simbólico surge a raíz de lo inevitable, de ese no sé qué, ese magnetismo que nos une, algunos creen que se llama amor, otros que se llama rutina y yo creo que se llama vos y yo.
No te cambio por nada, sigo en tus manos, cavilando nuevas formas, nuevos mundos, nuevas escenas que alimenten el ego de ser uno y solo uno.
No existe calibre o dimensión donde encaje la medida de todo lo que aconteció en este breve tiempo, que parece un milenio. Quiero seguir amando y es inexorable que te elija a vos para seguir con todo esto que no me entra en el pecho y que estalla en mil partes que hacen un mapa de probabilidades, un cielo tormentoso o una escalera multidireccional.
No sabemos para qué estamos, pero si donde estamos y ese lugar es nuestro, es propio y digno de ser adornado con todo lo que otros ignoran.
Quisiera ser el ritmo de tu respiración, el sabor dulce de tu fruta favorita o el flash de la toma fotográfica que te retrate cuando más linda estés… pero los momentos respiran por nosotros y son trascendentes a lo que creamos en todo este tiempo.
Tengo un par de brazos y una enorme ilusión de apretarte con ellos, mientras el alma tuya ríe, incansablemente, y así, sin comprenderlo, porque el amor no se comprende, le damos vida a ese amor incomprensible.
Un regalo de treinta y un días más, que nos regala un pasaje hacia otra estación y un sinfín de pasos que dar en este camino trimestral que nos encuentra perdidos, en un norte que nos encanta.
Viene colmado de anécdotas y maravillas, de significados y significantes que hacen un nuevo lenguaje… que habla de vos y de mí y que se prolonga, infinito, hacia ese final feliz que no existe, porque los grandes amores, no concluyen nunca.