Anochece… me dirijo a buscar mi pasado en medio de torbellinos,
pendientes y médanos de recuerdos. Nadie me acompaña y empiezo a despedirme sin
remedio y buscando apoyarme en algún domingo lleno de Leonard Cohen o de Juan
Ravioli.
Fue todo como suele ser todo, perecedero, voraz y tímido, los pasados
sirven para pasar y dejar improntas imborrables, solemnes, difusas, colmadas de
melancolía citadina y color olvido en todos los paisajes. Voy a tener que
acomodarme de ahora en más, lo novedoso es un desafío siempre y estoy dispuesto
a conocerlo y degustarlo… no te estoy invitando a saltar al vacío, porque no es
un lugar donde quepamos los dos y tu lugar es fijo y tiene aroma a sepia.
Voy de dejarte una carta en tu vientre, porque es momento de ir en
busca del amor… no somos cobardes para asumirlo y la razón de la existencia es
la búsqueda incesante de ese momento donde el cuerpo desfallece a carcajadas,
como cuando el otoño abrigaba con su viento amarillento, crepitante, ascendente
como las almas de los que dejaron de estar, fulgurante como esa luz que viene
de vos y enmudece mi voz, con una daga que estalla en un beso ansioso.
Voy a querer desaparecer por un tiempo, un tiempo que vale un millón de
años luz o una vida atravesada por el hastío, el temor y los fantasmas.
No soy uno más porque valgo un mundo que espera, que respira y acorteja
al horizonte con gestos, señales y enmiendas en el centro de su latido… tan
sólo significo lo que quieras que signifique para vos, ni más ni menos, exacto,
preciso y conciso, latente, finito y humano, opaco, lejano y vacío como ese
lugar que quiero evitar que conozcas.
Se doblan mis manos, mis rodillas y empiezo a suplicar, a mendigar, a
sentir, una escala numérica heptagesimal, donde un segundo equivale a siete
días, un mes a siete años y un siglo a siete milenios… Capturo la imagen
quirúrgica de tu pecho rebalsando de nostalgia y te ofrezco una esfera
invisible que no tomás, porque sos una esfera más en el desfile de galaxias
donde hago de sol y abrigo tu desnudez por las noches, escondido, disimulando,
aconteciendo.
Intento dormir por las noches, aunque hayas olvidado mi nombre en
alguna esquina ocasional y eso deshaga en átomos mi humanidad inconclusa, tan
inconclusa como este momento que así va a quedarse, inmóvil, apenado, en
penitencia eterna, por no haber sido valiente para nacer de tus manos
candentes.
El porvenir quedará sellado y desorientado en la desértica fotografía
de una ciudad que viste cuerpo de mujer y voz de arrabal, donde descansan los
secretos que nunca vamos a decirnos, porque mejor es callarse cuando el
silencio es una implosión que hiere con mortal intención.
Vas a seguir sonriendo, el espejo vas a seguir siendo vos, porque no
hay otro reflejo que pueda convivir frente a él…
Voy a verte bailar desnuda, voy a escribirte mudos versos, voy a ir
adonde no voy hoy, porque viajar no es huir y buscar el destino es el destino
de un temerario.
Te tengo que decir adiós porque una mujer espera por mí, te maldigo con
los dientes apretados y el rencor pariendo puntos cardinales donde esconderme,
apenas la primera letra de tu nombre y un trago de bendito aire para que no me
traicione la congoja.
Buenos Aires sos presente y futuro, pero vas a ser pasado y el
abandono, la lontananza y el valor de afrontar la soledad, voy a ir a buscar el
amor y no voy a seguir esperándote toda la vida a que me dejes encontrarlo.
Y una vez más, en nombre del amor… en nombre de este amor… en nombre
tuyo y a tu lado.