miércoles, 11 de junio de 2014

Capítulo 4 “Soñar que el sueño se sueña”



Sólo empezar estas líneas, sencillas, con un te extraño tenue, con un dejo de suspiros y trascendentales ocasiones para repetirte, todo el tiempo, que haber experimentado el sueño con vos, es verosímil y un pulso repentino y repetitivo.
Salgamos a pasear el mundo, dibujemos un itinerario de ensoñación en cada segundo que nos toque vivir, pintemos nuestras fantasías, cantemos la canción de amor.
Brillemos en todo momento, preguntémosle a Dios acerca de nuestro destino, de nuestra realización, del día en que nos conocimos como dos mitades que se hicieron el instante universal, cuando la noche se acuesta a dormir en nuestras camas y nos libera de toda pena, entre voluntades que no comprenden que estamos, en este mundo, para enamorarnos perdidamente.
Hace una vida entera que vengo masticando tu nombre, mientras lo escribo junto al mío y lleno tu corazón, herido, de besos sanadores y ceremonias florecientes.
Fueron los elucubrados momentos de emoción, el rapto de emotivo encuentro, mientras moría de ganas de abrazarte y vos, alada, descansabas sobre las olas innumerables y la sal condimentaba tu piel aterciopelada. De la vida, la música y las pasiones derivan los encuentros de quienes, a menudo, se desorientaban y no lograban volverse esa indescriptible fenomenología que agiganta los pasos, decisivos, hacia el amor definitivo.
Yo te supe entender como el camino hacia mi felicidad, vos me supiste mostrar la felicidad y me enseñaste que amar no es un simple verbo.
Apenas tengo mis dulces y sinceras ganas de poner al sueño a soñar que sueña…
Todo lo demás sos vos en vida, sumamente vos, toda entera, toda ambulante y brillando en la oscuridad, mientras fileteo tu cuerpo desnudo, lo visto de colores vivos que te quedan pintados, te vuelven el amor de mi vida y, al verte así, te bautizo amor del resto de vida que me queda por vivir.
Éramos dos, éramos parte de un todo compuesto por millones, nos elegimos entre la mortalidad, nos encontramos en medio de tanto desencuentro, nada nos dijimos… todo lo empezamos a sentir con frenesí y fue suficiente para iniciar el viaje perfecto.
Cuando menos espera uno, más pronto sucede y el caos muere en manos de una sola palabra.
Pasaron las lluvias, los torbellinos, los muros… era la historia de un solitario acorazado y una pequeña musa que no se animaban a sentir.
Ahora saltamos de júbilo, nos permitimos reír a carcajadas, caminamos de la mano, nos entristecemos cuando la distancia nos obliga a extrañarnos. A veces quiero invitarte al fin del mundo, otras creo que es desatinado, a veces me pregunto si seré tu presente a secas o si el sobrenombre que le pusimos a este encuentro, tan gratificante, es futuro.
Llovemos al compás del tiempo, jugamos a los enamorados, bebemos café en las mañanas, parece que todo ha cambiado, parece que no hay más remedio… prefiero arriesgar siempre, a morir de rodillas y clamando una tregua al tiempo tirano.
Te invito a seguir soñando, no tengo más que fe en nosotros, por algo Dios nos ha cruzado y sentir se vuelve hermoso.
Tengo un mundo de sinceridad y una verdad sincera… Soñar no cuesta tanto, sino que duele al ser un simple sueño y, por eso, te quiero ver dormir soñando, mientras el tiempo se esconde y nos permite, por un suspiro más, seguirnos amando, aunque nada nos digamos aún.
Soy toda la historia que no recordás, porque la vivís en cada santiamén en que cierro mis ojos para evocarte, mientras bailás el ritmo de tu vitalidad y te dejás ver, inmaculada, en ese retrato que todavía no termino, porque recién está empezando.
Acá estoy, porque ahora estamos, ahora soy porque somos… y todo es, porque vos sos y eso alcanza para sentirme un sueño profano, un suspiro en tu ventana o una resurrección en tu piel, que llevo conmigo ahora, mientras recuerdo la noche de anoche, cuando empezamos a soñarnos.

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