martes, 29 de julio de 2014

Capítulo 12 “El lenguaje”



Un paso que dura una breve noche que, sin comprenderlo, se volverá duradera, explícita y repleta de lenguaje. Te dije que me hablaras y lo hiciste con toda tu voz muda, con tu cuerpo muerto y renaciendo en el mío, con el te amo atragantado en el plexo solar y la timidez desnudándose. Hoy empezaba una nueva historia y los protagonistas eran los mismos.
Son los momentos en que cuesta despegarse del colchón y las sábanas aromatizadas con el amor que acabamos de escribir en ellas…
Si te miro a los ojos puedo llegar a desfallecer, si te beso, nuevamente, será el reinicio del ciclo y encender la noche oscura, hasta vestirla de gala y celebrar este encuentro causal, creciente y fascinante.
Recién salidos de un silencio sepulcral, devenidos en la unidad ideal de este mundo cuyo peso específico determina un lugar en el universo donde sólo nosotros podemos vivir.
En la oscuridad reinante, puedo sincerarme con tu piel y dibujarle trazos inimaginables, grabarte besos inolvidables y ceder una parte de mi vida a la tuya, para que vivas un rato más en mis brazos ansiosos por mecerte lento y suavecito.
Me quedé en silencio por no decir demasiado, podía ver la música que oía en tu humanidad colmada de frenesí… el deseo hecho gotas y las risas sepultando al sábado y pariendo un domingo que nos encontraría danzando al compás de la respiración eufórica y la humedad corporal.
Un triunfo y una porción de gloria en tu pecho, un disimulo en nombre de los sentimientos guardados en el cofre de tus piernas apretándome con fervor.
Si te negué mis ojos fue por temor a la ceguera, por hacerle un favor a la luz, flamante, del nuevo día ensoñado. Una muerte repetida, la continuidad de la agitación y el risueño cosquilleo de mi vida frotándose en tus cálidas manos, llenas de mí.
Un segundo más, el segundo acto y el telón final… nuestras miradas saludándose con ternura, nuestras bocas tartamudeando de placer, luego de habernos dicho todo con el cuerpo y el alma. Sincera la hora, real el espacio, conjugada la historia y el amor…
Y es encontrar la felicidad, poder tomar tus pestañas para besarlas enteras, sin reparos, sin condiciones, sin la sed que invade mi boca, cuando quiero enunciar lo que te hace feliz y, mágicamente, callo para iniciar el ritual lingüístico para volver a llover adentro tuyo.
Eterno es ese último tramo, cuando la musicalidad se apodera de cada segundo y lo multiplica por cada deseo que sobrevuela la habitación empañada de amor, que empaña la ventana de respiraciones enamoradas.
Y nos volvemos locos, irracionales, perpetuos, asombrosos, amores danzantes que se funden cuando hablamos en dialecto beso interminable y amanecemos, inmaculados, en tu cama perfumada con este encuentro que no termina, porque nació infinito como nuestros nombres que se miran, con dulzura, hasta volver a escribir un capítulo más en la historia de dos solitarios que dejaron de extrañarse a la distancia, para empezar a extrañarse en la cercanía.
Y no pasa el tiempo, porque decidimos no tomarlo en cuenta, fueron vidas anteriores y las que vendrán… allí adonde vaya, iré a esperar por vos, sin decir nada y recordando el último instante.

lunes, 21 de julio de 2014

Capítulo 11 “Verte sin ver”



"Me voy al suelo cada vez que te veo
cerca de la ventana mirando el camino.
No es lo que ves, es lo que veo,
el camino vacío parece lleno.
¿A que me abrazo tan fuerte cuando te abrazo?
No digas nada; no me hace falta,
cada cosa en la casa sabe bien lo que pasa.
Me voy al cielo cada vez que te veo
hilvanando el camino para llegar.
¿A que me abrazo tan fuerte cuando te abrazo?"
Gabo Ferro "Me voy al suelo"


Decirle a tu humanidad, entera, que no hay amor mientras la ausencia nos habla al oído. La impronta de tu pecho, perfumando mi pequeña existencia... No habría dolor si no estuvieses acá, porque me duele saber que podrías enamorarte de la lejanía y partir, quedándome un recuerdo en el álbum de fotografías del alma.
Y surgen estas ganas de eternizarme en el remanso de tu cuerpo inmaculado, que me besa la boca y desarma en fragmentos mi espíritu, permitiendo que los sueños se multipliquen por doquier y el amor se expanda por toda la habitación, que inmortaliza un mes vestido de centuria.
Es un sincero domingo y un tentempié cayendo de tu cuerpo, cuyo recorrido se vuelve sinuoso, vidriado, accidentalmente parte del mío... Es decirnos, en silencio, amor aritmético, circular, milimetrado.
Llueve aire de una lluvia lejana, algo, adentro mío, me dice que no tengo que llover por hoy, que ya te elegí infinitas veces e infinitas vidas.
Y enciendo la luz de tu beso en el sillón que nos encuentra retozando de júbilo, viajando hacia el centro de las respiraciones que se levantan del letargo y ayudan a la voz a decir que hoy es un nuevo día de amor.
Sonreír con motivos, un acervo de motivos que se unen, como un universo de moléculas, en vos y el fértil espacio que sos, para que pueda sembrar una historia verdadera, de esas que los abuelos nos contaban para hacernos dormir o las que siguen creando historias para multiplicar mundos que quepan en nuestro mundo.
Algo de cierto hay en lo que no nos dijimos alguna vez y mucho de mentira hay en que no se hace el amor.
Querer morir no es para cobardes que afirman que la muerte es un estado de finalización vital, acá hay un ruido a silencio que estremece y desenvuelve las palabras que ya no querré repetir, porque nacerán de mí para vos, crecerán en nosotros y morirán en tu pecho candente.
A veces, el nunca es el siempre y el siempre expresa multiplicación, cuando el signo se vuelve una preposición adelante... El escenario está vestido para la ocasión y empiezo a curarme en la habitación de tu vientre, estas melancolías que se transforman en duelos perecederos.
Cayendo, juntos, del cielo y resignificando el color gris de las calles, donde dejamos caer la ternura que rebalsa de la unión de nuestras manos al caminarlas.
Y entonces concluye el beso y abro mis ojos que se confunden, te ven y vuelven a cerrarse, volvemos a empezar y el miedo radica en esa triste sensación de perdernos y empieza a tomar forma de perdernos juntos.
Y agosto se asoma y septiembre quedó cautivo en nuestras pequeñas muertes, la dulce espera de desesperarnos al vernos...
Jugar al amor se volvió una coronación previa a la próxima vez que vayamos a mirarnos y sentir que mi vida está vestida de tu piel y de la quietud que reina cuando cierro mis ojos y, al abrirlos, me encuentro abrazado al presente que Dios puso en mis manos.
Y en el horizonte asoma la casa, el patio, las nubes, el ruido, el perfume, los recuerdos, las fotos, el día que nos conocimos y la noche que nos inmortalizamos... La paradoja del desamor que fenece y declama versos trillados.
Y lo que venga hablará de vos, de mí, de nosotros y, cuando la noche empiece a nacer, ese niño que conociste y se hizo hombre en el espejo de tu mirada, le agradecerá a la vida por renacer en tu cielo y amar en tu vida, la que un día lluvioso abrió sus puertas para dejarme morir de amor.

lunes, 14 de julio de 2014

Capítulo 10 “Mes a mes”

"No te estaba buscando después de todo, ni te estaba olvidando, al contrario puedo ponerme a pensar, de cualquier modo y estoy lejos también... nose si estas acá o en otro lado, pero que raro como te estoy sintiendo..."
Rosario Bléfari de "El camino"



Todo es, al mismo tiempo, un enlace de diferentes momentos que nos detienen, frente al mar, para mirarnos la cara en él. Cuatro semanas, treinta días, setecientas veinte horas, cuarenta y tres mil doscientos minutos, dos millones quinientos noventa y dos mil segundos, es el equivalente a un amor que acaba de dar sus primeros pasos y pronunció su primera palabra, cuando dijo nosotros.
Es, apenas, un mes… un mes donde nada nos dijimos y todo nos animamos a sentir, un recorrido asombroso, por el cenit estelar de los momentos que se amontonan como cristales de nieve en la punta de una montaña de colosal altura y, en su punto máximo, deja descansar el secreto que guardamos. Podrán pasar mil cosas y mil más, la trascendencia se hizo carne cuando probé el sabor de tu piel y decidí no despedirme, nunca más, de ese beso que nos inmortalizó en un Caballito lluvioso, lleno de los dos, tímidamente risueño, que respira nuestro encuentro y renueva los encantos de las tardes azules.
Y el efecto es ascendente y descendente, armónico y dulce, elocuente y cariñoso… todo cabe en dos corazones que bailan al compás del sentimiento puro, pasional, espontáneo.
Y pasó la tarde calurosa entre las multitudes, donde descubrí que el amor se parecía a vos, el abrazo en la avenida más ancha del mundo, cuando tu voz me dijo algo, el azar de bajarte de un tren y que mi abrazo se reinventara en tu humanidad llena de un sol, que bañaba la estación Saenz Peña de estación primaveral… y no fuimos nada, porque ya éramos todo, una totalidad imperceptible, un dejo de ensueño que gratificaba el paisaje inmaculado, de una tarde colmada de inmensidad.
Fue Pez un sábado, fueron los nervios de tener que verte inalcanzable, lejana, floreciente como el fin del invierno que empezaba a nacer de nuestros cuerpos repletos de verano.
Fue mi timidez o tu mirada, mis manos o tu cielo, mi historia y tu sangre… era el amor desnudo, infinito, a punto de estallar y de volver a unificarse en un reencuentro inmejorable.
Fue extrañarte en demasía, obtener la miel de tu vientre, la tinta de tus cabellos o el temor de no poder decirte nada que te hiciera llegar hasta el lugar donde más feliz te sintieras.
Fue todo esto y lo demás, el sueño, las nubes y el amasijo de una fábula latiendo en tu pecho…
Fue pedirle la muerte a Dios por un segundo en tu alma, por ser una porción, ínfima, de esa bocanada de aire que vivir te hiciera, por un roce con mis labios rebalsando de tu nombre. Entrar en tu cuerpo para contarle mis sueños, dormir en tu almohada para leerte historias sin finales o imaginarte, a vos, suspendida en mi ventana, cuando los amaneceres empezaban a ausentarse.
Noches y días, años y meses, siglos y vidas enteras con el rumbo buscando encontrarte, para coronar nuestros días y confesarte que la vida es amar, una vez que entendemos que el amor se halla en la ilusión de encontrar a quien nos llena de vida.
Y parece mínima la cifra, si contamos un mes, cuatro semanas o treinta días, pero se agiganta si, durante ese lapso de tiempo, el amor fue una excursión, inolvidable, hacia el centro de tu vida, envuelta de veranos, diluvios y melodías.
Puede durar o perecer, puede existir o parecer, puede llegar o irse, pero es amor y es nuestra huella en la historia de un mundo lleno de historias anónimas… Es resignificar el beso en los sillones, la luz de las velas y el cosquilleo de las palabras, es invadir las estrellas, revelar la fotografía del tiempo y trepidar al verte llegar.
Es mes, hasta que se vista de meses enteros, años interminables y le otorgue, al final del camino, el retrato de un amor multiplicado por vidas enteras que crezcan en tu jardín y me digan, cuando la vida nos lleve de viaje a otra vida, que son el reflejo de una casualidad que Dios quiso que aconteciera.
Por todos los lugares, por todos los momentos y por todos los amores que vivamos mes a mes… hasta volver a abrir los ojos en tus ojos.

viernes, 11 de julio de 2014

Capítulo 9 “Tocar el amor con las manos”



Ustedes son unidos y ya son más que amigos… se ven como dos niños, caminando brillantes por la tarde azul (…) Se acabarán los días grises, esos días grises que te hacían bajar, porque su amor será tu arcoíris, más brillante que el mismo sol y lo sabes bien… despertarán por la mañana y se volverán a besar, porque hablando cosas que nunca hablaron, te mirará y serás su espejo y lo sabes bien… si quieres probar algo besa sus labios, verás que algo cambiará, tal vez nada cambiará… y lo sabes bien…”
Javi Punga de “Arcoiris”





Sentir es un verbo muy efímero, muy pequeño y muy descontextualizado para abrazar con tanto fervor, a un amor que nació de la confusa escena inesperada. Y de eso se trata… de no poder comprenderlo, porque no se comprende; de no especificarlo, porque no tiene secretos; de aventurarse en él, porque no se trata de una aventura casual.
No alcanza el lenguaje universal, porque es lenguaje universal trascendente, disimulo y ternura, vergüenza sonrojada, desorientación atemporal, elucubración ascendente y descendente, como una melodía inexplorada, como un suceso inesperado, como el color del alma furtiva, que se baña de vos.
Y entonces habla lo que no habla, respira lo que no respira y sucede lo que no ha de suceder y vos, con tanto brillo en tu piel, me invitás a sobrevivir en medio de tanto temor, crueldad y gris.
Yo te vi, única, en medio de múltiplos inéditos de gentes que se morían, que imaginaban lo que nosotros sentíamos y sentían lo que nosotros íbamos a inventar. Mientras uno más uno diera dos, el mundo podía abastecerse de consuelos desconsolados, hasta que llegara la hora del día en que el amor naciera por fin.
Pero faltaban los protagonistas, los nombres y el guión, el espacio, el tiempo y la coronación, el terror y la muerte, el resucitar y el reencuentro… el beso.
Iba a escribir un sueño y de pronto, inesperadamente, un trip hacia tu vientre, cambió el devenir de la historia para siempre… y ahí surgieron los silencios, la inmortalidad y el tiempo de la estación benigna, el sortilegio y la química, el aroma a incienso y las flores, los colores y ese deseo, infinito, de dejar de lado, por un momento, la transformación y el desequilibrio mundano, para reemprender la búsqueda del lugar donde, ambos, quedáramos solos, frente a frente.
Noche de amor… tu ropa es el telón de un escenario, mi aliento se entrecorta, mi aire también, mis manos remarcan el trazo de tu contorno corporal y fecundan de caricias el abrir y cerrar de tus ojos llenos de encanto; tu susurro, mi timidez, una hoguera que se tiñe de invocaciones, de sabor a invierno colmado de musicalidad, de palabras que perecen ante el embate de las bocas que se dicen todo silenciosamente. Hay sensorialidad y una bocanada de aire, antes de prometernos la eternidad de una vida que se revive, se reedita y se asemeja a la certidumbre, inmaculada, de un viento que nos desplaza hasta la dimensión, anónima, de la creación absoluta, del milagro de creer, de la bendición de poder despertar, un día más, juntos.
Vos y yo, un todo inconfundible, un espejo donde la desnudez es sinónimo de los anhelos celestiales, de la gracia divina o del júbilo trascendental, de un amor nacido de las entrañas de quien, todas la noches, nos enamora con el mismo amor que nos crea.
Y tu nombre y mi nombre son gemelos, nomenclatura del verbo amar, figuración de un universo colmado de la claridad, mágica, del agua que nos ve bañarnos de felicidad simultánea, paulatina, inmejorablemente nuestra… tu nombre y mi nombre, nombrando al amor y llamándolo por su nombre. Y sentir deja de ser anecdótico, el suceso toma forma de impulso y nos eleva hasta el amanecer donde, perpetuo, el cielo se viste de fiesta.
Todo dura una noche, la noche dura una vida y el recuerdo de esa vida se reproduce en mil vidas que, inconscientes, se reencuentran en la próxima vida y, al reencontrarse, dibujan con tinta, el rostro del amor en nosotros.
Ayer fue eso… hoy es mil ayeres… mañana será todo.

lunes, 7 de julio de 2014

Capítulo 8 “Reencuentro después de una vida sin encontrarse” Parte II



Considerar sanadora a la lluvia, es como dejarme caer en el plexo solar de tu mirada que se vuelve una extensión del celeste azulado del cielo, avergonzado, que se esconde detrás de las nubes asfixiantes, en este sábado en que todo, en su totalidad, sabe a nosotros dos.
Hoy sentí el deseo de volverme un apéndice de tu respiración envolvente, un santuario donde tu genealogía sea la ofrenda que un orfebre le regala al creador del mundo, un tango repleto de vino caliente en la garganta o esa mustia mañana en que los autos dejan descansar al asfalto hastiado de pisotones fútiles.
Dormido en tu boca es más rico, ciego en tus ojos es ver la paleta de colores en plenitud, estallar de la frotación de nuestras pieles es inventar la palabra que reconstruya una nueva forma de lenguaje, embellecer con sonidos agónicos tus oídos, mientras le canto una canción de cuna a tu vientre colmado de pájaros que se callan para no despertarnos de este sueño imposible… y todo se ve con enorme amplitud en este horizonte, donde las montañas, los ríos, el sol, los campos y el cielo, se combinan, con timidez, para regalarnos un porvenir.
Es el triunfo y la coronación, gloriosa, de un otoño inspirado en la música, la distancia y los ayeres apenados, que clamaban por un segundo de paz.
Envueltos en cristiana desnudez, podemos recorrer las geografías corporales, de dos almas que se alimentan de anhelos y permanencia, el luto y la zozobra quedaron abrazando esquinas sin destino y, de esa bifurcación, nacieron estos minutos que duran eternamente, multiplicando el amor fecundado en un abrazo, sereno, con los ojos bien cerrados y el alma desvistiéndose para que pintes el color de tu cabello en ella.
Se puede creer cuando se cree desde el sincericidio, desde la ilusión y la acción, concreta, de una respiración que pronuncia tu nombre en el idioma en que hablaba el viento, cuando te buscaba, con desesperación en el olvido.
Se sufre mientras la espera se prolonga y la resurrección tarda en venir…
Vos llegaste con el nombre de una mártir por amor, yo supe tu nombre cuando mi gusto probó el sal de tu mar, mi olfato olió tu perfume y mi tiempo de vida sintió el segundo de vida en que la vida empieza a tener su nombre propio.
Y vos, Camila… mujer de madera aromatizada con estaciones, pelo de polen errante, manos que son un hospicio donde el poeta duerme hasta que renace. Vos, con todo un universo encerrado en poco más de un metro y medio, te volviste la erosión de la coraza, el ritmo de la pluma y la tesis de la ciencia no descubierta.
Pedazo de Dios oculto entre millones de astros y mortales que no quisieron sentir el acto de sentirse vivos en un mundo atravesado de absurdos, traiciones y melancolía… Ese museo de amor, donde guardo las ofrendas que el orfebre constituirá en objetos y esculturas, para brindárselas a quien me dijo, en sueños, que tenía la misión de elegirte para devolverte al reino de la inmortalidad.
Vos, en pleno reencuentro, viniste hacia mí, mientras yo iba hacia vos, con un arcón y un ramillete de secretos, a devolverme la acción verbal de andar, elegir y amar.
Y el reencuentro fue historia, quedó escrito en las paredes de un cuarto erigido en el éter… y las imágenes quedaron guardadas en el álbum, perdido, de la inmensidad nocturna… y el amor respirando entre nuestros nombres, que se enamoraron de una historia que empezó a ser tan real como estas líneas, en las que reafirmo mi voluntad de llegar hasta el infinito con vos, en mis días con vos.