lunes, 7 de julio de 2014

Capítulo 8 “Reencuentro después de una vida sin encontrarse” Parte II



Considerar sanadora a la lluvia, es como dejarme caer en el plexo solar de tu mirada que se vuelve una extensión del celeste azulado del cielo, avergonzado, que se esconde detrás de las nubes asfixiantes, en este sábado en que todo, en su totalidad, sabe a nosotros dos.
Hoy sentí el deseo de volverme un apéndice de tu respiración envolvente, un santuario donde tu genealogía sea la ofrenda que un orfebre le regala al creador del mundo, un tango repleto de vino caliente en la garganta o esa mustia mañana en que los autos dejan descansar al asfalto hastiado de pisotones fútiles.
Dormido en tu boca es más rico, ciego en tus ojos es ver la paleta de colores en plenitud, estallar de la frotación de nuestras pieles es inventar la palabra que reconstruya una nueva forma de lenguaje, embellecer con sonidos agónicos tus oídos, mientras le canto una canción de cuna a tu vientre colmado de pájaros que se callan para no despertarnos de este sueño imposible… y todo se ve con enorme amplitud en este horizonte, donde las montañas, los ríos, el sol, los campos y el cielo, se combinan, con timidez, para regalarnos un porvenir.
Es el triunfo y la coronación, gloriosa, de un otoño inspirado en la música, la distancia y los ayeres apenados, que clamaban por un segundo de paz.
Envueltos en cristiana desnudez, podemos recorrer las geografías corporales, de dos almas que se alimentan de anhelos y permanencia, el luto y la zozobra quedaron abrazando esquinas sin destino y, de esa bifurcación, nacieron estos minutos que duran eternamente, multiplicando el amor fecundado en un abrazo, sereno, con los ojos bien cerrados y el alma desvistiéndose para que pintes el color de tu cabello en ella.
Se puede creer cuando se cree desde el sincericidio, desde la ilusión y la acción, concreta, de una respiración que pronuncia tu nombre en el idioma en que hablaba el viento, cuando te buscaba, con desesperación en el olvido.
Se sufre mientras la espera se prolonga y la resurrección tarda en venir…
Vos llegaste con el nombre de una mártir por amor, yo supe tu nombre cuando mi gusto probó el sal de tu mar, mi olfato olió tu perfume y mi tiempo de vida sintió el segundo de vida en que la vida empieza a tener su nombre propio.
Y vos, Camila… mujer de madera aromatizada con estaciones, pelo de polen errante, manos que son un hospicio donde el poeta duerme hasta que renace. Vos, con todo un universo encerrado en poco más de un metro y medio, te volviste la erosión de la coraza, el ritmo de la pluma y la tesis de la ciencia no descubierta.
Pedazo de Dios oculto entre millones de astros y mortales que no quisieron sentir el acto de sentirse vivos en un mundo atravesado de absurdos, traiciones y melancolía… Ese museo de amor, donde guardo las ofrendas que el orfebre constituirá en objetos y esculturas, para brindárselas a quien me dijo, en sueños, que tenía la misión de elegirte para devolverte al reino de la inmortalidad.
Vos, en pleno reencuentro, viniste hacia mí, mientras yo iba hacia vos, con un arcón y un ramillete de secretos, a devolverme la acción verbal de andar, elegir y amar.
Y el reencuentro fue historia, quedó escrito en las paredes de un cuarto erigido en el éter… y las imágenes quedaron guardadas en el álbum, perdido, de la inmensidad nocturna… y el amor respirando entre nuestros nombres, que se enamoraron de una historia que empezó a ser tan real como estas líneas, en las que reafirmo mi voluntad de llegar hasta el infinito con vos, en mis días con vos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

GRACIAS POR COMENTAR... TE GANASTE UN PREMIO.