miércoles, 22 de octubre de 2014

Capítulo 23 "La tristeza"

Esto surge de acá, ahora, mientras dormís y yo te veo viajando, lejana, hacia un nuevo abrazo que se decida a brindarte lo que yo no supe.
Son las 3:27 am y el reloj empieza a marcharse al son de un verano que se fagocita a esta primavera del desencuentro y el reencuentro con lo que nos vaya a hacer mejor... parece una cruel despedida, tal vez un impasse o un deterioro interno que nos obliga a decirnos que no es el momento. 
Las palabras fueron bonitas hasta que el corazón dijo que era el momento de regresar a la búsqueda, incesante, de un nuevo tiempo para el amor. 
Te dediqué mis mejores suspiros, todos mis latidos y la mayoría de los besos que siempre esperé darte... algunos quedarán cubiertos de humus, de olvido o de polvo estelar, en algún arcón imaginario de recuerdos, mientras me toque sentir la daga del destino clavada en el pecho.
La coraza ya no me cubre el pecho, la fragilidad se apodera de todo y el devenir es una acto que vulnera mi defensa.
Ya no querré mecerme en tu cuerpo por la noche y el rencor se reflejará en mis uñas comidas por la desazón, el desconcierto y el herrumbre que empieza a cubrir mis sueños frustrados.
Tal vez mi madre quiso decirme otra cosa o poner a prueba mis sentimientos... amarte en primera persona fue un cometa intenso, que se deshizo en un santiamén.
Voy a perderme en la inmensidad y la multitud de los astros que adornan el instante en queA  la tristeza empieza a besarme la boca, después de haberme despedido de tu cuerpo con la sinceridad que entré en su morada.
Los finales son ficticios, artificialmente continuos, deshabitados de cuerpos que se dijeron mucho, pero que no lograron bailar un tango en la profundidad noctámbula de una Buenos Aires muriente.
Voy a dejar una flor, una carta y un beso debajo de tu almohada, voy a permanecer en silencio hasta que el cadalso me encuentre contrayendo matrimonio con la muerte que significa estar lejos tuyo.
Alguna vez hubo un parque blanquecino, lleno de colores para pintar historias... se agotaron los momentos y se desperezaron las rachas desfavorables, el viento nos condujo en direcciones opuestas y el temor de decirnos adiós dijo presente.
Me marcho amándote con la misma profundidad que el mar acobija al mundo, te canto canciones al oído mientras te miro con atención y boceto un último paisaje de tu piel llena de mi huella, donde muere toda mi ternura, todas mis palabras y todas las historias que ya no querré escribir.
La mañana nos verá desapareciendo en el horizonte y la cama se volverá un desierto donde derramaré mis últimas plegarias, pidiéndole a Dios que cuide de vos, para mantenerme con vida.
La luz se apaga y mi amor se recuesta en el aire esperando fenecer... el anillo de una Rosa que me contempla, llorando, desde el cielo, brilla al compás de tus ojos cerrados.
Lo dejo en tus manos porque ha de permanecer ahí, callado, fundido y enfermo de amor por vos.
A veces, los amores sufren la intensidad y la persecución del tiempo... el reloj marca las 3:50 am y mis párpados están decorados con tu última sonrisa.
Ha muerto hoy todo mi amor y ya no querré volver a hacerte daño... 
La felicidad vive en vos, hoy que viva más que nunca.

viernes, 17 de octubre de 2014

Capítulo 22 “Amor cuatrimestral”



Hay miles de caminos que conducen a la felicidad, los hay sinuosos, los hay rectos, los hay duros, calmos, silenciosos, grises… hay miles de caminos.
Supe, alguna vez, transitar alguno de ellos, supe otras veces, perderme y no ubicarlos, pero lo importante, siempre fue caminar para encontrar algún camino que me condujera hasta vos… hoy puedo afirmar que estoy acá y reírme, a carcajadas, por encontrarme así, en este lugar.
Y, a veces, es preguntarme, con entusiasmo, si puede ser real, si puede durar eternamente o si, simplemente, es necesario un intenso pellizco, para comprender que existe.
Los amores nos conmueven y estar conmovido es un estado ideal, donde vos y yo jugamos a volvernos vulnerables ante lo que es hermoso y se refleja en el agua húmeda de unos ojos que me indican un rumbo lleno de precisiones.
Cada vez que respiro, cada vez que imploro, cada vez que mi aire se corta y recurro a vos, surge el efecto de extrañarte con la misma sinceridad que extraño al tiempo en que te imaginaba, desnuda, nadando en la profundidad de mi respiración.
Todo el tiempo es una figura que emerge de mis sueños, de los tuyos, de esa delgada línea que nos permite caminar juntos sobre ella, sin advertir que estamos amando y amándonos sin advertir que esa línea existe y que no condiciona, para nada, nuestro reencuentro cotidiano, cuando el sol se despereza y la luna se mece en colchones blancos para dormitarse.
Yo sé que quedan mil capítulos para contarte y que la urgencia a veces, habla más rápido que el lenguaje mismo…
Alguna vez quise la compañía y el calor de tu piel compañera, abrazando mi cansancio mundano.
Parecía definitiva mi infantil decisión de cerrar las puertas, aunque siempre Dios ilumine o tenga intenciones de dejarnos amar.
Y te encontré… te encontré flotante, en medio de una atmósfera peronista, caminando entre puñados, sueltos, de militantes, de mujeres, a vos… compañera, mujer y amor… chinita, petisa y Quemera.
Entonces todo empezó a hacerse posible, desde vivir y sentir hasta llorar y escribirte. Nada parecía certero hasta entonces, aunque los latidos cambiaban el ritmo, cantando alegremente, villancicos de diciembre en otoño.
Y eso de sentir el amor por la Patria, se tradujo en amor hacia el lugar donde nos vimos y, a la vez, sin darme cuenta, en amor hacia vos, que sos el motivo urgente, de estas líneas sin sentido.
Nos dijimos mucho, apenas la voz, la mirada y el destino… Nos encontramos, coincidimos alguna vez, nos perdimos, nos reencontramos, mucho dijimos, poco hablamos. Unas veces mucho, otras poquito, otras nada… ya éramos, ya caminábamos, ya sentíamos.
Y pasó un mes, otro mes y otro mes… muchas horas, miles de minutos y millones de segundos.
Aprendimos a recrearnos, a conocernos, a pedirle a Dios que todo siguiera su curso, sin penas, sin nubes en el cielo, resplandecientes, vitales, etéreos, un vaivén entre cometas, un sublime misterio, una noche de amor, una montaña en silencio, un cartel en la ventana, un mate al nacer el día, un color en la oscuridad, un ramillete de segundos en alguna esquina, un grito perdido en el espacio, una gota de agua en el tiempo, un rayo de sol de domingo, un picnic cargado de apuntes, una cena elegante en tu mesa, un trago de alcohol lluvioso, un cigarro relajado desnudos, un beso ruidoso bajo el frío invernal, un baño de estrellas sobre nuestros cuerpos, una carta, un mensaje, una canción… un álbum de fotos imaginario.
Dicen los nostálgicos, que los días más felices siempre fueron peronistas… le agrego mis días con vos, los que titulan este amor peronista, que hoy se hizo cuatrimestral.

jueves, 9 de octubre de 2014

Capítulo 21 “Transitar”







Estuvimos pensándonos tanto tiempo, que nos olvidamos de pensar en nosotros mismos, todo aconteció con calma, con la calma simple de un remanso inundado de ternura, de espacio, de horizonte… sonaban las canciones más lindas, se sucedían los momentos más dulces, se transitaba un rumbo cierto, preciso, profundo.
Ya no importan los motivos, ni las consecuencias, es el momento de reencontrarse, de que el tango hable por nosotros… hay un mundo en juego y el tiempo empieza a exigir más tiempo.
Y dejarás una huella significativa en mí, un tatuaje en mi pecho que suspira y repite el suspiro con la misma naturalidad que le pido a Dios, en mis plegarias nocturnas, que te cuide y me llene los brazos de amor para contenerte.
No podré quizás, de ahora en más verte venir, verte reír o verte simplemente… y son los recuerdos, verdugos del presente y testimonio del porvenir cercano.
En la calle, millones de mortales salen a morir un tiempo más y yo acá, muero de amor por vos, sabiendo que quedarán mil cosas por hacer.
Yo solo quiero amar, yo solo quiero arder junto a vos, yo solo quiero un segundo más…
Pero no voy a pedirte que lo sientas así, apenas tengo un hilo en el pecho para respirar, no puedo decir nada más que lo que mi respiración susurra con mustio tono descendente.
Es momento de transitar, de decirnos la verdad verdadera, que duela como duele el domingo a la noche, que sangre como las venas cuando el torrente sanguíneo se altera, que muera como la vida cuando no queda más que encontrarse con los de arriba.
Llorar es un verbo mágico, sentir es llorar por vos, de emoción, de tristeza, de rutina, de todo lo que nos conectó con asombro y se diluyó cuando la fuerza se debilitó y nos encontró perdidos, en un pantano repleto de historias de ficción, vestidas de anacronismos fulgorosos.
Los daños son relatos zonzos que escapan con lentitud y evocan a la quietud de las calles que remiten a la soledad más espesa…
Encuentro a la liebre que asusta al león que vive en el mar y que no te alcanza. Te busco una roca con forma de buey con siete coronas y no te alcanza. Parto una montaña para abrirla en cien, hago eco tu nombre ¿y qué? No te alcanza. Acelero el tiempo, hago pan mi voz, te perfumo el viento y no te alcanza.
No alcanza la liebre, ni el león, ni el mar. No alcanzará el tiempo, ni el viento, ni el pan. No alcanzará nada mientras te quieras ahogar en esos mil mares que te hacen rodar.
No te llega, no te llegará.
No te llega, no te llegará.
No te llega… no te alcanza.
Te cazo una flor, le cambio el color, le enseño tu nombre ¿y qué? No te alcanza.
 Me dejo morir cuando vos querés, te enjuago en mi boca y no te alcanza. Me voy de mi cuerpo, te dejo mi voz, yo te hago feliz ¿y qué? No te alcanza.
Encierro a aquel ángel que no habla de Dios, lo pongo en tu ropa y no te alcanza.
No alcanza tu nombre, mi boca, mi voz. No alcanzará el cuerpo, ni el ángel, ni Dios. No alcanzará nada mientras te quieras ahogar en esos mil mares que te hacen rodar.
No te llega, no te llegará. No te llega, no te llegará. No te llega… no te alcanza.
Y una canción puede decir mil cosas, puede no ser si vos estás lejos, puede no surgir si la voz se queda callada y mil cosas más…
Hay una herida que se conmueve y llora, baña de colores mi rostro y se acuerda de las noches en que nos decíamos la verdad que hoy el temor se llevó cautiva.
Hasta que la verdad vuelva y nos diga que el amor es nuestro abrigo, seguiré esperando a que resucite, a que me mires y me dibujes, nuevamente, una sonrisa infinita, inmensa, colosal.
Mientras te dibujo y exploro los colores que tu piel dejó en mi cuerpo, pasó una tarde pensando en aquel día en que mi mirada se murió en vos.