La sorpresa es siempre un instante en el
que los planetas tienden a alinearse, imperceptibles, en forma repentina y
envolvente. Nos dejamos encontrar y todo se volvió un presente cotidiano, que
se viste de pasado al llegar el fin de la noche y renace como futuro cuando
cierra los ojos y nos encuentra desnudos, con las almas encendidas y las
miradas perdidas en el contorno de nuestros cuerpos afilados, endulzados por el
tiempo, reflejados en cada palabra que se despide de nuestra voz, cuando el
trance es irracional e inesperado y la noche es el disparador de cuanto beso
ande viajando por el aire.
Fue un proceso largo, continuo, con matices
de mil colores que empezaron a volverse color, nuevamente, cuando el
reencuentro concretó los planes de los corazones solitarios. Nos envuelve un
tímido y redundante sueño, una locura sensata y un inmenso escalón que aguarda
por nuestro paso para volverse real.
Es delicado comprender cuando empieza a
apagarse la llama y comienza la noche, el espacio y la melancolía. Yo sé que no
soy yo y que voy a sentirlo así siempre, la suerte de poder decir, ahora, que
todo es presente, es la simple traducción de una fábula que se volvió tímida
canción, una noche en que nadie decía nada.
Una porción de recuerdos que flotan,
dispares, en esta noche sintética, un dolor atravesándome el pecho con
crueldad, mientras el plenilunio se marcha, simulando garabatos en nubes
cargadas de diluvio, de verano añejo y de esos fantasmas que recurren a la
escena… es todo azar, puro azar divino.
El cuento de la suerte, la suerte de
tenerte, de decirte, de poder escribir tu nombre, de poder sentir tu presencia…
Quedate en silencio bello poeta que las
palabras se han dormido y afortunado es quien pueda aprender a leerte con
atención, cuando las noches suelten versos invisibles, los parques se hallen
perplejos y la mirada que buscabas haya dejado de mirarte.
A tu lado perece el pasado, el presente y
la realidad candente, asombrosa, cavilando nuevos rumbos hacia donde marchar,
dibujando mundos amorfos y castigando a la metáfora que vive en vos, mientras
entendés que dejaste de ser el principio de algo para volverte el final de
todos los finales.
Y seguirás amando, con la misma intensidad
que aprendiste a amar este tiempo que se arrojó al vacío sin avisarte? Vivirás
en este mismo lugar donde hoy, la derrota sabe a vino y tango? Sentirás latir,
cada noche, su pecho contra tu ensueño?...
Todo eso y toda esta suerte que se juega su
destino, se mecen en el epílogo del verano que empieza a despedirse como si se
tratase de una canción o de un suspiro hacia adentro.
Si el azar quiere verme distante, si la
fortuna es una partida con aroma a adiós, si el destino no quiere ser escrito…
entonces mi suerte habrá sido quedarme con esta fotografía de tus ojos en los
míos, tus manos y mi piel, tu boca y mi voz.
No me queda tanto para decir, sino un
camino para ilustrar, una casa para decorar y un lugar enorme en la cama para
dejar que tu cuerpo vestido de constelación, caiga rendido ahí.
Acá está mi canción naciendo, allá tu
humanidad esperando volver a ser pasado… no hace frío ni calor, tan sólo
extraño tu desnudez en mi alma, tu humedad cayéndome en los labios y tu pelo
cobijando mis sueños.
Me queda un segundo en el reloj… me queda
una vida a tu lado.