martes, 19 de abril de 2016

Capítulo 34 "Las canciones"

Va a ser frío el invierno, extenso el otoño y lejana la primavera, de ahora en más habrán ausencias estacionales. No lo esperaba nadie, no lo esperaba mi corazón, sucedió así sin aviso previo, con la sorpresa latente que aguarda ahí, donde no llegamos a pesar de haberlo intentado.
Todo me queda lejos, allá por ese mismo tiempo, cuando eras inalcanzable, como hoy, como ahora, mientras la luz es incandescente, certera, actual. Estoy acá, atónito, confundido, descubriendo una nueva verdad, una epifanía que disfrazara este rato de empezar a entender como es todo al fin.
Tengo un menú de canciones a la carta, voy a escucharlas a todas, para amenizar el momento y la declamación mental de esa poesía que nunca te leí, para facilitar el ocaso y la ambigüedad reinante.
Debo confesarte que se me fue el alma del cuerpo, frágil inestabilidad perpetua, la inversa de la inmaculación, el cálculo impreciso, el destello de mi canto afónico de tanto gritar tu nombre al viento. Todo pasó con rapidez, con sopor, colmado de expectativas invisibles.
No sé que hacer con tanta falta de vos, con tanto rastro tuyo dibujado en el cuarto, te extraño con la misma ternura de mis ojos llenos de vos, de mis manos rebosantes de gloria, de verbos, de notas y bailes. La música está perdida sin tu presencia... mi vida también.
Voy a impedir que la vida se convierta en un paisaje desolado, pues los viajes cambian y nosotros cambiamos mientras viajamos. Todo este tiempo fue una colección de epístolas, de estados de ánimo que nos fueron transformando en historias, en sucesos, en vacilaciones.
Y aún hay mil rumbos por construir, mil diluvios que atravesar, mil historias por contar y siempre con nosotros como centro del escenario.
Nunca sabemos, en forma certera, lo que significa el dolor; algunos son dolores que duelen permanente, otros son dolores corporales y hay dolores que se sienten al unísono. Nos tocó perdernos, desencontrarnos, padecer la dejadez y el desasosiego. Tuve miedo, claro que lo tuve, ni siquiera podía entender las causas, todo fue inesperado y caótico.
Quise hacerlo bien, juro que quise hacerlo bien, lo hice lo mejor que pude... Sé como es, pero no siempre es igual y lo único que quería era abrazarte mientras me abrazabas y nos volvíamos el abrazo universal.
Te amé con la profundidad que se ama al primer amor, con la intensidad que se ama el primer esbozo de claridad que contemplamos cuando la vida se nos presenta de cuerpo entero, eras algo más que un tiempo verbal, eras la musicalidad de la conjugación perfecta, el espacio celestial decorado con la imagen de la avenida más ancha del mundo y yo revoleándote por los aires mientras te amaba más que Buenos Aires.
Vagué por los más recónditos rincones, por la sinuosa posibilidad de poder encontrarte y escribir, con mi voz, tu nombre de mártir.
Quizá no resulte ser tan ideal, apenas represento un infinitésimo de la vastedad humana que resplandece en un mundo donde no existen los ideales y donde mi ideal es el peronismo, mi madre y el amor que por vos siento desde que Dios me bendijo con tu presencia.
Nunca es suficiente amor mío, nunca va a alcanzar el tiempo porque las tiranías son inexorables y el tirano se cuenta en diferentes unidades que nos persiguen sin tregua. Es probable que los sucesos no quieran concretarse, no hay lógica cuando el lugar que nos acobija, es una disputa continua entre mortales.
Pero también hay otro lugar, ambos sabemos de su existencia porque es nuestra creación y está ahí, donde el mar y el cielo trazan una línea interminable y adonde le prometí a tu papá, que te llevaría.
Es extensa y silenciosa la ruta que nos conduce hasta allá, te estoy invitando mientras te doy la mano.
Todo se parece a un cancionero, a un arbol de cerezas o a un continuo ir y venir, no sabemos hacia donde vamos, aunque el camino señala destinos.
No existen recetas ni palabras, solo presencias y calma, nadie dijo que era sencillo y que sanaría inmediatamente. No está en los planes de nadie verse invadido por la pena que hace funcionar al mundo, me tenés acá siempre.

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