martes, 29 de noviembre de 2016

Capítulo 39 "Verbo"

Verano en primavera tardía. Hubo un tiempo en que fui hermoso como una canción popular que recordaba lo mismo que yo. Todo casi sin querer se vistió de fiesta y, en un infinitésimo, comenzó a vestirse de nosotros, como esa lluvia que baña historias pretéritas y las vuelve futuro perfecto en presente subjuntivo. 
No existe tiempo o modo que explique con precisión lo que significa tanto y tanto somos que podríamos ahogarnos entre las miserias y los tormentos de un mundo que no sabe hablar el idioma del amor como nuestras miradas que vinieron a encontrarse entre multitudes de mortales, para volver inmortal este romance nuestro.
Y hay canciones, caminatas y un abrazo que aguarda en cada esquina para sorprendernos, es misterioso y tiene sabor a almizcle, color y reencuentro anhelado, como esa ficción que espera concretarse cuando terminemos de escribirla y darle vida cuando un beso tuyo muera y resucite en mi boca deseosa de pronunciar tu nombre antes de partir a esperarte en otra vida.
Decidimos que fuera domingo, que fuera cuando el miedo dejara de apoderarse de nuestros cuerpos, vinimos para quedarnos a cuidarnos y ganarle la guerra al tiempo.  A veces funcionar se trata de dejar atrás lo acontecido para hacerlo acontecer y en nuestro horizonte asoma lo que sucederá, debajo de esa tormenta que empieza a marcharse.
Ya se fueron las últimas luces, la calle está desierta y respira lo que dejamos escrito en esa bifurcación oscura, donde empezamos a aprender a caminar hacia el lugar donde nos hagamos felices.
Tengo la dulce certeza de saber adonde me encuentro y puedo explicarle a mis interrogantes los porqué de tanta causalidad y conexión... quisimos alejarnos para dejar que todo lloviera con la misma intensidad con la que te abrazo hasta dejarte suspendida sobre una metáfora que nace de todas las veces que le conté de vos a mis bostezos nocturnos.
Y quiero decirle a mis sueños que no te dejen ir, para que vos me dejes entrar en los tuyos, llevarte un beso y un mate para desayunar, un cuento y una caricia antes de irte a dormir, un paseo por la Costanera o una cena de aniversario, ser el día de tu cumpleaños y la calma de una brisa helada en un día caluroso, un diez en tu examen más difícil o un billete perdido en algún bolsillo, la canción que más te guste o un helado de chocolate y limón antes de la llegada del otoño. Ser todo lo que pueda ser para que no te falte una sonrisa en tus días menos felices y el desahogo de tu malhumor cuando la bronca te impida reírte a carcajadas.
No tengo mucho para pedir, porque tengo los pies sobre la tierra pero el alma flotando en una galaxia que escondí en las tardes de lluvia de abril pintado de gris, cuando no me animaba a contarte que llegar a tu corazón es el verbo que inventé para pedirte que no te vayas nunca de mis ganas de suspirar tu nombre todos mis días y mis noches. Tengo, apenas, una vida con aciertos y errores para construir un camino que me lleve a encontrarme con vos al final del camino, tal vez un piano o un ramillete de jazmines, aire para seguir respirando o la sencillez de encontrarme junto a vos mirando las estrellas en algún inhóspito lugar.
No hay recetas ni razones, tan sólo una hermosa coincidencia que atestigua todo lo que significa ir y venir para dejar que el amor llame a nuestra puerta y nos lleve a amar el simple hecho de amarnos con sinceridad.
Está en nuestras manos que se enamoran cuando, con el correr de los días, se vuelven a fundir... está en tus manos que llenan de música las mías y en las mías que llenan de poesía las tuyas.
No estamos solos... estamos vos y yo, estamos todos.

martes, 22 de noviembre de 2016

Capítulo 38 "Acompañarse"

Alguna vez sentí que caminar era inercia cotidiana, una rutina de rara génesis, un segundo de quietud en movimiento. A menudo intenté encontrarte en algún punto donde nos pudiéramos cruzar, nuevamente, y entender que los encuentros no son casuales, como tampoco los reencuentros. Y sentí frío, temí por empezar a olvidarme que, siempre, existe un motivo para seguir andando.
Pasó el tiempo, crecimos y las creencias se hicieron una creación inmaculada, trascendente, almibarada. Vos en tu caminata y yo caminando en vos, todo un axioma de colores y estaciones, la música sonando y resonando mientras nos mirábamos en la oscuridad y el desasosiego. Mil veces quise decirte todo sin decirte nada, contemplarte con entusiasmo al compás de alguna melodía que te sonriera. 
Se trataba de compartir, de acompañarnos a acompañarnos, trazando puntos de encuentro que terminaran convirtiéndose en líneas y paisajes donde nuestra huella fuese una fiesta cada día. Las hojas del almanaque iban a caer, al fin y al cabo, cuando decidiéramos dar un paso sin oponer nuestras direcciones.
Cuando quisimos dejar de estar ausentes nació el acompañarse y comprender que, a pesar de no tener idea lo que es besar en la boca al amor, poder envolvernos en una mirada es suficiente para estar seguros de no estar solos en un mundo de soledades y solitarios. Ahora puede resultar y estamos deseando que sea diferente.
Puede haber mucho, poco o nada, lo importante es que ese mucho, poco o nada termine siendo todo y ese todo sea vos y yo en una ciudad que nos abre sus brazos. Ahora nos tenemos, te tengo y me tenés porque tenés todo lo que quiero ser al reflejarme. La calle y el parque, el escenario y la voz, las manos y el tiempo, el ayer y el mañana, todo envuelto en el hoy, en la mañana, en la necesidad de seguir siendo necesarios como la risa, el agua y el pan, como el amor, la fe y la respiración, como el arte, la imagen y la sorpresa.
Tengo un sueño pendiente, un paisaje por donde se dejan caer, por una cascada infinita, los sueños de los que sueñan sin intención de cumplir los sueños, los que aman al miedo y se acobardan cuando la noche los abraza.
Nosotros somos el abrazo que abraza a la noche naciente, el saber que ya no estás sola y que nos importamos, que nos cuidamos como la lluvia cuida a la tormenta que la deja nacer o como las sombras cuidan al sol que las deja ser.
Hay sorpresas y destinos, hay música y canciones, hay tinta en mi pluma para contarle a Mamá que viniste a cuidarme.
Te agradezco, te agradezco siempre por revivirme, por mirarme con sinceridad y por mostrarme que la sonrisa dibuja el contorno del alma.
Nos queda todo porque vinimos a quedarnos... Me queda tiempo, nos queda vida, me quedo acá.

miércoles, 16 de noviembre de 2016

Capítulo 37 "Imposible"

Alguna vez me contaron, cuando era un niño, que lo que se imagina es realizable. Desde ese momento, empecé a entender que soñar era algo más que un simple desafío y que se trataba, más bien, de aprender a dibujar quimeras, de otorgarles un manto de color importante, para afrontar el devenir.
La niñez me encontró preguntón y curioso. Frecuentemente solía interrogar a mi madre acerca de las cosas que no se entienden, la respuesta era una caricia en la cabeza y un premonitorio: Ya lo entenderás.
Y tuve que entenderlo cuando los años empezaron a desatar nudos impensados, destrabar caminos y colmar de palabras mi voz ausente. Entonces nació la vida y con ella llegaron las vicisitude, una brújula desorientada que marcaba un norte lejano, una sintonía delicada que se abría paso entre los recuerdos que afloraban desde el inconsciente de mi flamante vida. Alguna vez me quedé infinitas horas pensando ese mundo que, sin darse cuenta, nacería de tu llegada.
Me tocó jugar con la intensidad que juega el niño que empieza a coronarse como universo, no sin antes pasar por la etapa de polvo cósmico, ilusión del amor entre padres o reflejo menguado de un lugar colmado de expectativas.
 Todo parece enorme cuando somos apenas el comienzo de un album de fotografías, prevalece la finitud y el desencanto con la inocencia que reina, inmaculada, en nuestros días, mientras lo extraño se vuelve tangible y lo cierto se transmuta sin sentido.
La posibilidad de sobrevivir era impensada, la ingenuidad era colosal y el corazón vibraba como carnaval de mareas que azotan la noche calma.
Podíamos volvernos, lentamente, canción, imperativo categórico o la génesis de un remedio para los males del planeta tierra... no nos volvimos nada porque la atemporalidad cruel escondió las agujas del tiempo y la noche se inició, eternamente, provocando un desencuentro falaz.
Nuestras historias fueron una varieté de sucesos inesperados, un puñado de vocablos incomprensibles, una montaña de canciones sin ton ni son... el final era un comienzo, un epílogo de finales cercanos que contenían el calendario del romance por concretarse y una llave que conducía hasta la puerta de lo imposible.
Me quedé perdido en la imaginación, en el anhelo de poder otorgarle vida a un par de ojos que me ahogaran en una mirada rebalsada de versos, métricas y aroma a punto de encuentro y partida.
Entonces comprendí que, muchos años después. estaba dando un paso que se asemejaba a caminar hasta vos y me encontró vacilante, en la noche de Palermo, mientras los astros cenaban a la luz de las velas, durante un invierno que simulaba marcharse para que llegara una primavera que solo nuestras manos sentían. Todo eso y la música nos recordaron que éramos un inicio, un plano en el espacio exterior o un pentagrama donde la melodía sonaba a recuerdo y a presente.
Nuestros octubres cargados de melancolía y un bandoneón dibujando un tango en la fervorosa Buenos Aires, todo eso y un todo extra largo para nosotros dos, trasladado a un sábado en que encendimos la llama de los cuerpos fundidos en un paseo interminable.
Hoy quiero que seas mi novela inédita, mi retrato en tu piel, la historia que le cuentes a tu almohada antes de caer dormida en mi lista de deseos, un te quiero azucarado, mi reina de corazones en un tablero de ajedrez o el agua que caiga, tardía y candente, sobre mi cuerpo suspendido en el falso estío que se aproxima... luna entera en noviembre escondido, un billete de mil en mi cuenta en el sol y mi nombre flotando en tu dicción.
En puntos suspendidos sobre una hoja en blanco, elevo mi enésima plegaria, doblo una carta que alguna vez quise darte y te beso la frente mientras aguardo, con la ansiedad de aquel niño curioso, que volvamos a vernos para reafirmar que lo único imposible es perdernos.
Madrugada de miércoles, cuando las nubes anuncian un verano tardío y un futuro venidero, porque ahí te seguiré esperando.

jueves, 10 de noviembre de 2016

Capítulo 36 "Casi tanto"

Incompleto se presenta el presente, se relativiza y extorsiona al reloj, que no muestra las agujas porque viaja a otra velocidad. Se entretiene y miente como la verdad que no nos deja creer todo lo que sucede.
Tengo una certeza, parcial, que me limpia el camino y deja que se asome la nueva ola en la que viajan las fotografías, sepiadas, de una historia que empezó a transitar un desenlace visible.
En el sobre quedan misivas y relatos, con desenfreno, sin pausas, atravesado todo por el vértigo de ese vestigio que se empezó a coronar una noche de abril en una esquina colmada de personas, cuando te pisé y te bañé con cerveza y te enojaste, un lugar vacío de colores pero constelado por una multitud de miradas que no se avergonzaban.
Ella enamora lo que descansa en sus manos, lo tienta y lo sensibiliza, le otorga vitalidad, lo mata y lo resucita, lo inmortaliza y lo reconstruye, lo reescribe y lo viste de prosa asombrosa.
Si me dolerá? Por supuesto que no... Un corazón roto tiene la facilidad de doler o cicatrizar y volver a andar como esa moneda que es arrojada al aire y queda repiqueteando cuando el azar desnuda un final imprevisible. 
Tal vez los ojos quieran permanecer vendados, las fantasías favorecen a la deconstrucción del ideal de mundo que pretendemos. Se trata de no vacilar cuando llega el momento de desprendernos del temor, fueron muchos años guardando, fue mucho esfuerzo en poner a funcionar el corazón una vez más.
Todo renace, lo que quedó suspendido en la nada se volvió totalidad como esa complicidad que nos deja reencontrarnos, los silencios son esferas que adornan el espacio exterior, planetas imaginarios que se elevan sobre nuestras cabezas llenas de interrogantes, un mundo donde crear para creer, donde los desencuentros se han marchado y las manos se cortejan con timidez.
Vos y yo vestidos de metáfora para celebrar la ausencia de esos besos que volvieron para quedarse e inauguraron el tiempo de valientes, una madrugada de domingo en que Palermo nos dijo que era hora de  iniciarlo.
Y quiero que deseemos ser una combinación de átomos indestructible, un libro de Prèvert inédito o una epopeya contada en nombre del amor... ese casi hecho tanto y ese tanto hecho todo, una historia leída por alguna voz inmaculada en un paisaje dibujado por mí para vos, que me regalás un mar infinito cuando abrís los ojos y encendés el reloj que late cada vez que suspiro tu nombre que acobija mi nombre.
Que todo quede guardado dentro nuestro, cuando la noche se haga muy noche y el día siga durmiendo en noches colmadas de paseos, miradas y besos.
Que me queden vacías las palabras para decirte y tenga que inventar nuevos universos donde irnos a amar... que venga con vos, que quede en nosotros, que sea nuestro para que sea casi tanto como siempre.