sábado, 11 de febrero de 2017

Capítulo 41 "Los pasos"

Alguna vez fui testigo del desengaño más cruel, el que sacude y corta las venas, ese que trae la tormenta del desamor profundo y el deterioro de lo terrenal, lo finito, lo sencillo. Otras veces me tocó ser el mancillado, la pena deambulante, el devenir incierto. Mamá me decía que acompañarse era complejo y que las verdaderas historias de amor nacen y mueren al instante, cuando el mismo amor, por fin, rompe el cascarón y asoma, tímidamente, su cuerpo.
Nunca tuve nada importante que contarle al mundo, apenas un puñado de letargos inciertos, propios de una curiosidad exaltada, una acumulación de vivencias imaginarias que se esfumaban con el correr del tiempo y las mitades que no se juntaban. Y vos venías en camino, con todo lo que significaba no encontrarte, pero sabiendo que ahi estabas. 
Vinieron los golpes, la adolescencia y el temor, todo se tradujo en vivir persiguiendo tus pasos. Era muy pronto para contarle al mundo que te amaba, es muy pronto para contarle al amor que te hice un mundo y será siempre el tiempo un segundo más en vos.
De una casualidad puede surgir el devenir, la búsqueda, el tango. Quizás haya necesitado tiempo para fagocitarme un rato de tu boca y despedir esa incertidumbre que hace estragos en el cuerpo, dejando a la soledad bailando sola y a vos bailando en mi mientras la oscuridad del cuarto se enciende y nos funde con entusiasmo adolescente y fulgor de amantes perpetuos. Casi calcado a la noche en que te miré a los ojos y me quede dormido en la profundidad de tu mirada inalcanzable, en lo incomparable que es sentir como tu abrazo cae encima mío y me envuelve hasta cortarme el aire y revivirme con una bocanada de segundos en tu piel cautivante.
Alguna vez me pregunté si era un locura tomar la decisión de no soltarme nunca más de tu mano, ahora creo en nosotros porque creo, todo el tiempo, el escenario para llegar a dar los pasos que necesitemos para recorrer la vida entera.
Se trata de inventar ilusiones para cumplir, de vivir todos los días una nueva vida y darnos la oportunidad de no dejar de llegar al final de un nuevo comienzo. No sabemos si puede ser la última vez, pero podemos resignificarla para que siga siendo la primera.
Es dejarnos flotar mientras nos arrojamos al vacío y le decimos adiós al dolor, todo bajo una estelar lluvia de verano colmado de vos, de mi, de mucho que es poco pero alcanza para ser todo.
Tuvimos tropezones y desencuentros, lastimaduras y desazones, colores y desengaños, pesadillas y preguntas... Hoy tenemos un montón de tanto que debería crear un planeta con tu nombre para que el amor quede a salvo del mundo insensible.
En épocas de cobardes, entre pasos de multitudes anónimas, estamos para dar el más importante de todos: escribir, unidos, el destino de una historia que nació para ser cumplida una noche que el sabor de tu alma quedó dormida en el plexo solar de un beso que aprendió a pronunciar tu nombre de memoria.
Historias de desconfianzas, de frío, de calor, de vacaciones y despedidas, de ternura y reencuentro. De nosotros dos a punto de decirle todo que si, al futuro de un romance que está vestido de fiesta interminable.
Ver el amanecer, la noche y la tormenta, el atardecer y la merienda, el domingo y el jueves, los veintisiete y los anillos, ser todo aunque la finitud no lo quiera. Escribir dentro de tu vientre la genealogía nuestra y pedirle a Dios que le diga a nuestros padres que hablen de nosotros donde quiera que estén.
Dos locos que se animaron a amar, dos versos que compusieron un soneto, dos que serán el más fiel recuerdo del para siempre.
 

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