lunes, 4 de agosto de 2014

Capítulo 13 “Cerrar los ojos”



Hay momentos que se van conectando, lentamente, hasta concretar una línea temporal del amor y el desarrollo, espacial, de su existencia.
No siempre trascender se trata del mero hecho de estar más allá de la lógica y la razón, a veces, por pura ingenuidad, podemos caer en manos de la tristeza. Sobre la piel que abriga tu cuerpo, quiero escribirte el testimonio de mi vida.
La luna es un ser protagónico que tiene su gloria en la noche, cuando el mundo duerme y nosotros fundimos nuestros cuerpos, en actos repetidos y diferentes. Una epifanía corporal única, un simulacro de desamor fallido y un beso que perece cuando la respiración invade la habitación.
El agua cae lenta, cálida, húmeda como el interior de mi boca rebosante de miel, de fe y de tu nombre... Te recorre la piel con celeridad y dibuja garabatos en tu inmensidad desvestida, mientras oigo caer un diluvio sobre mi cuerpo y acumulo líneas para volver a contarte una historia, vos me colmás de amor bajo gotas que se disuelven en la unión de nuestras vidas mojadas, efusivas, empachadas de un amor que apenas empieza a dar sus primeros pasos en esta vida.
Hay una carta, hay un silencio hay un rato de zozobra y hay un invierno que nos viste, cálidamente, de colores vivos.
Vos y yo, una melodía, un segmento que respira etéreo, versátil, inmenso, mundano... Vos y tus ropas a mi lado, vos y tu tiempo en el estío, yo y mi templanza, vos y tu cielo, yo y mi mirada, vos y tus manos, yo y mi beso... Hay besos que yacen cansados, hay besos que huelen a otoño, hay besos que juegan y ríen, hay besos que ríen y lloran, hay besos opacos y de los otros, hay cientos de millones de besos, hay besos tontos, hay besos largos, hay besos grises, hay besos locos, hay besos mustios, hay besos llanos, hay besos, besos y más besos. Entre las multitudes de besos, hay un beso inmortalizado... Un beso parido en Caballito y en algún encuentro casual... Hay besos desprendidos de un abrazo, hay besos que mueren en un beso, hay besos que van viajando, hay apenas un beso... Hay un beso esperando... Es hora de ese beso.
 Y al  despertar, todo se parece a vos, a tu huella tatuada en el centro de mi yo perplejo, enamorado, flotante sensación de no poder decir más que ese beso que acabo de darte.
En todo está la noche, la ventana, la dulce libertad de poder sentir el aroma a tu cuerpo en mi cuerpo, el sortilegio bendito y la plegaria que le dejo a Dios para que ya nada nos separe.
Alguna vez nos miramos detenidamente, otras nos olvidamos del mundo porque nos vestimos de mundo y nublamos la calle con aire empañado que nace debajo de las sábanas y se expande por todo el lugar que habitamos y es inmenso y pequeño, simultáneamente, porque es un beso, pero no uno cualunque, sino uno nuestro, de esos que no tienen sentido porque son inéditos en un mundo que no se parece a nosotros, pero que cobra sentido cuando ese mundo que habitamos se deja perfumar por ese beso.
Y entonces despierto, el día está oscuro pero sigue siendo un nuevo día, te miro dormir y entiendo que la luna duerme en tus mejillas llenas de mi boca, que no ha dejado de recorrer la geografía de tu semblante ruborizada de día y maquillada de astro cuando cerrás los ojos.
Entonces cerrar los ojos es un verbo, un adjetivo y un lenguaje que no sé hablar, pero que me comunica con vos y me lleva a inventar líneas para escribirte, aunque ya todo el amor haya quedado escrito en nuestras pieles.
Un beso y a volver a empezar, la semana se hace corta porque apenas pasarán horas, hasta que vuelva a verte… y las manos, los ojos y el alma renacen y bailan, festivos, bajo las agujas del reloj. Todo vuelve a comenzar, aunque no haya terminado y recién haya comenzado, es invierno y la atmósfera sabe a verano en mi corazón.
Camino y te digo todo, amaneció por fin… ya estoy volviendo a tus brazos.

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