miércoles, 27 de agosto de 2014

Capítulo 16 “Verdades, sonrisas y un dúo”



Entre las nubes que tiñen de domingo al gris, mientras la ciudad no descansa y el júbilo se apodera de las calles, nosotros, los que creemos en el amor, aguardamos, con ansias, el reencuentro.
Oyendo canciones en tu nombre, mientras voy a recogerlo para dejarlo descansando en el cielo vestido de diluvio.
Y cómo negarme a semejante dimensión, si ahora puedo medir la realidad con solo abrir y cerrar los ojos?
Tengo un momento más para regalarte siempre, lo siento despertar adentro mío, lo alimento con humildes metáforas cargadas de sensibilidad, los lleno de amor antes de depositarlos en tus manos llenas de mí.
Quisiera entregarme, entero, a tu cuerpo vestido de abrazos míos... Bajo este cielo encapotado, te digo mis últimas palabras, antes de dejarme morir en la calidez de ese beso que supo esperar, con infinita paciencia, concretarse.
Alguna vez quise sentir esto que me hacés sentir hoy; el amor, a veces, no entiende a los que se enamoran y teme morir, aunque sabe que nosotros vamos a revivirlo todo el tiempo.
Cómo ensayar un nuevo viaje, cómo aprender de la casualidad, a volverse causal, cómo acertar un pleno en esta ruleta imaginaria? Toda respuesta, queda sujeta al azar, repentino, de la coronación de esta noche sin luces.
Hay mil camas donde dormir, pero tan sólo una donde dormir toda la vida... Nosotros dejamos de nosotros y empezamos a ser uno mismo, una delicada metáfora sin campo meta, sin representación, con un dolor por temor a que desaparezca, que abriga el cuarto y sonríe, perpleja, ante semejante caudal de ensoñación.
Trepidar… trepidar sin que el dolor pueda condicionarnos, erigiendo, de ese modo, una nueva sensibilidad y un orden astral que nace de un abrazo afortunado, que colma de claveles azules y cielos rojos, este desorden mundano.
Horas que no cesan, porque el tiempo dejó de ser un misterio preocupante y la timidez apenas si concluye en vagas ruborizaciones, vos llenándome de vos y yo llenándome de vos, sin más que esas locas ganas de volver a verte y sentir, en medio de un frío lacerante, el verano en mi boca cuando se duerme en la tuya.
Hoy es un rejunte de estaciones tanto amor junto, ayer era impensado y, al nacer el día, vuelve a ser hoy, para volverse mañana en un santiamén.
Desayunos, amaneceres, paseos… el desahogo infinito y la conjugación de las almas que se visten de materia y pulverizan la teoría de la fatalidad, el deterioro de los paisajes que se tiñen de amarillos recuerdos y nos regalan acuarelas para embellecer nuestra fecunda caminata por la vida.
Había una vez, mil veces que no llegaban y se apenaban por la atemporalidad de sus vidas, hasta que dos seres enamorados, permitieron su encuentro y unieron sus latidos, antes bifurcados.
El invierno nos recibió empachados de otoño, el peronismo, la patria y Pez hicieron que el invierno nos uniera más aún, a pesar de que restaba una porción enorme de camino por andar.
Hoy es un ápice de lo que puede llegar a venir, de la verdad desnuda, bailando sobre nuestros cuerpos fundidos en el centro de la noche, respirando el aire de amor reinante en el cuarto e iluminando cada rincón de la ciudad a punto de dormirse, vaticinando nuevos horizontes y abonando el vergel donde florecen nuestras palabras.
No tengo mucho para dejarte, apenas un soplo de besos pendiendo de tu ventana y unas líneas simples, que no conducen a nada, aunque nacen del centro de mi pecho.
Mañana es un cuento, un simple y maravilloso viaje hacia el centro de vos. Estoy golpeando la puerta… ojalá me dejes entrar y quedarme ahí.

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